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Abrirse el alma en canal

Fotografía de  Manuel González @manugogno

Escribir…
…Abrirme el aria en canal, enferma
de tanto hurgar en ella con los cariños
sin esterilizar.
Romper la crisálida del atabal
En que se incuba el silencio.”
Emilia Conejo. (Minuscularidades)

El encuentro se hizo en Enclave de Libros, gracias a la madeja volandera de Emilia Conejo, nuestra amiga común, que, aunque no estaba, estuvo.

Y lo contaré parafraseando sus versos:

Fue el sábado 23 de sptiembre. Dos poetas, Maria Garcia Zambrano y Sònia Moll Gamboa, que se han hurgado en el alma, inflamada de cariños sin esterilizar hablaron largamente. La una, de cómo los versos de la otra iluminaban los suyos propios, y se enredaban en hilos e imágenes comunes; la otra, de sus dudas, sombras y descubrimientos en la travesía dolorosa donde germinó su libro cuya traducción y edición bilingüe presentábamos.
María y Sònia fueron dos voces que latieron al unísono y nos dejaron sin respiración en muchos momentos, tan intenso fue su abrirse en canal.
Esta noche se tejieron hebras de luz, prendieron complicidades, iluminaron ríos subterráneos.
Y la editora lo vivó todo, emocionada y feliz.

Una vez más la noche había sido nuestra, de todas las mujeres, porque dos poetas poderosas se habían atrevido a romper con palabras de obsidiana los cofres de tantos silencios.

 

Epifanía

Emilia-recitant-227x227Lo que nos enamoró de la poesía de Emilia Conejo, desde el primer momento, fue su feracidad, su libertad, su audacia y su libertad. Así, todo junto, en un mismo plano. Un todo inseparable de imágenes y ritmos frondosos que visten sentimientos y conceptos. Por eso decidimos publicar su Minuscularidades e iniciar con él la colección “Alcaduz” de poesía en lengua española.

El pasado martes 29 por la tarde, rodeados de amigos (gracias por venir, colegas de Difu, y también gracias, amigas y amigos fieles de Godall Edicions), tras las palabras de presentación, útiles y exactas, de Josep Bernaus, Emilia nos desveló una pequeña muestra de sus poemas. Los verdoso fueron desfilando poco a poco, acompañados de las notas prodigiosas de la guitarra de Rainer Seiferth,  y la librería Documenta se llenó de arena, de libélulas y de caracolas con alas de canela. Se  detuvieron las agujas de los relojes, crecieron palmeras entre las estanterías, un avión que se peinaba las alas cruzó volando el techo y nosotros cantamos la oración a la diosa Ahora, con los pies descalzos y nidos de golondrinas en la cabeza. De pronto, una bailarina con muletas atravesó entre las filas de sillas del público y cuando todavía nos preguntábamos si había salido de un poema de Brossa o de un cuadro de Magritte, asistimos, hipnotizados, a la frenética danza de la doncella y la muerte y nos compadecimos del pobre náufrago enamorado.  Entonces entendimos que Emilia, con este universo abigarrado, nos había revelado los miedos y las vivencias de la madurez, las obsesiones de la vida sin pausa y el vértigo y la necesidad de la escritura.

Cuando cayó el telón, la aplaudimos porque queríamos más, embriagados de palabras.

Y  con el vino de Centre Quim Soler brindamos con la alegría y la certeza de haber asistido a la epifanía de una gran poeta.

Nota final:

 Que en un tiempo no muy lejano yo fuera autora de materiales didácticos y Emilia mi editora (dura, rápida y precisa como un láser, y al mismo tiempo respetuosa y cálida como una taza de té) y que aquel día en la Documenta tuviéramos los papeles cambiados: yo editora (novata, aprendiz, nerviosa) y ella autora (nerviosa también, pero contundente y con aplomo) daba al acto un toque especial.

 Paradojas que la vida felizmente nos ofrece.

 

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